Templo de Abu Simbel

Templo de Abu Simbel

Abu Simbel, una imponente joya arqueológica en la parte sur de Egipto, es un notable homenaje al esplendor y la complejidad de la antigua civilización egipcia. Esta arquitectura tallada en roca es reconocida como Sitio de Patrimonio Mundial de la UNESCO y se encuentra en el pintoresco pueblo de Abu Simbel, en la Gobernación de Asuán, cerca de la frontera sudanesa. Su característica distintiva son los dos enormes templos que alberga.

Ubicación Geográfica

Abu Simbel está situado en la orilla occidental del lago Nasser, aproximadamente a 230 kilómetros al suroeste de Asuán, la ciudad más meridional de Egipto. Esta ubicación estratégica, con vistas al río Nilo, sirvió como un poderoso símbolo del poder y la expansión imperial de Egipto durante el reinado del faraón Ramsés II en el siglo XIII a.C.

Reseña Histórica

La creación de los templos de Abu Simbel está arraigada en la era del faraón Ramsés II de la Dinastía XIX. Ramsés II, a menudo aclamado como uno de los gobernantes más influyentes y audaces de Egipto, inició una amplia campaña de construcción en Egipto y Nubia. Esta área era esencial como fuente de oro y otros productos comerciales valiosos para el Imperio Egipcio.

El complejo intrincado de Abu Simbel, que incluye los Templos Grande y Pequeño, fue esculpido directamente en la ladera de una montaña alrededor del 1264 a.C., y la finalización abarcó aproximadamente dos décadas. Estos impresionantes templos fueron diseñados estratégicamente para mostrar el poder de Egipto y asimilar culturalmente a la población nubia.

La enorme torre, a menudo llamada Gran Templo, era un homenaje al propio Ramsés II, mientras que el más modesto era un tributo a su principal esposa, la reina Nefertari. Además, los templos fueron consagrados en nombre de la tríada de dioses estatales egipcios prevalentes en esa época: Amón, Ra-Horajti y Ptah.

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Redescubrimiento y Exploración

Con el tiempo, los templos fueron abandonados y gradualmente sucumbieron a las implacables arenas del desierto. Su existencia quedó oculta a los ojos humanos hasta 1813, cuando el erudito suizo Johann Ludwig Burckhardt los descubrió. En 1817, el explorador italiano Giovanni Belzoni logró la hazaña de descubrir la entrada del templo. Este hallazgo significativo marcó el comienzo de una era de exploración detallada y documentación de esta notable reliquia de la antigüedad.

Esplendor Arquitectónico

La grandeza exterior de los templos de Abu Simbel se evidencia principalmente en las cuatro estatuas monumentales de Ramsés II que custodian la entrada del Gran Templo. Talladas directamente en el acantilado de piedra caliza, estas figuras sentadas, cada una con más de 20 metros de altura, sirven como imponentes centinelas que transmiten el poder invencible y la naturaleza eterna del faraón.

Cada estatua colosal está acompañada por figuras más pequeñas, representando a la madre de Ramsés, la reina Tuya, su reina Nefertari y algunos de sus hijos favoritos.

Complejidades Interiores

Dentro del templo se encuentra un laberinto de salas y cámaras ricamente decoradas con estatuas, relieves y escenas pintadas. La gran sala, o hipóstila, es sostenida por ocho columnas masivas, cada una flanqueada por una estatua osiríaca de Ramsés II.

Las paredes están adornadas con relieves detallados que representan los triunfos militares del faraón, incluida la famosa Batalla de Qadesh contra los hititas. El más renombrado de estos es un relieve dinámico de Ramsés en su carro, lanzando flechas contra sus adversarios en fuga.

Traslado: Una Hazaña de Ingeniería
La mitad del siglo XX planteó un desafío significativo para la existencia de los templos de Abu Simbel. La construcción de la Presa de Asuán en el río Nilo resultó en la creación del lago Nasser, un enorme embalse, cuyas aguas en aumento amenazaban con inundar los templos históricos. Para contrarrestar este inminente riesgo, la UNESCO y el gobierno egipcio iniciaron una misión de rescate internacional en 1960 para preservar los templos. Este es

fuerzo extraordinario implicó desmontar y trasladar toda la estructura a una colina artificial a 65 metros de altura y 200 metros de distancia de la ubicación original, cerca del río.

El proceso, llevado a cabo entre 1964 y 1968, requirió cortar el monumento en bloques masivos, cada uno pesando hasta 30 toneladas, y volver a ensamblarlo meticulosamente en el nuevo sitio. Esta monumental tarea de ingeniería arqueológica, que costó aproximadamente 40 millones de dólares, es aclamada como uno de los esfuerzos de conservación más exitosos de la historia.

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Abu Simbel Hoy en Día

Al adentrarnos en el presente, Abu Simbel impresiona a los visitantes con su grandeza y brillantez arquitectónica. A pesar de haber sido trasladado en la década de 1960 debido a la construcción de la Presa de Asuán, el majestuoso complejo del templo es un testimonio del genio del antiguo Egipto. En la actualidad, se ha convertido en un destino turístico significativo, atrayendo a millones de viajeros de todo el mundo cada año. La gente acude para presenciar el Templo de Ramsés II y el Templo de Nefertari, igualmente fascinante aunque más pequeño. Uno de los aspectos más destacados sigue siendo el fenómeno solar bianual, donde el sol ilumina las estatuas dentro del santuario, un espectáculo que sirve como recordatorio de la alineación astronómica del templo.

En conclusión, Abu Simbel es una maravilla arquitectónica y un símbolo vibrante de la historia, cultura y civilización egipcias. Sus impresionantes estructuras y tallados intrincados nos ofrecen una ventana al pasado, un vistazo a la grandeza que alguna vez fue. Hoy en día, no solo es un testimonio de la destreza arquitectónica de los antiguos egipcios, sino también un monumento a la ingeniería moderna, señalando su exitoso traslado en el siglo XX. A pesar del paso de miles de años, Abu Simbel sigue evocando un sentido de asombro, convirtiéndolo en una parte indispensable del rico tapiz cultural de Egipto. Su supervivencia y prominencia en el día de hoy encapsulan el legado perdurable del increíble pasado de Egipto y el atractivo atemporal de su antigua civilización.

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